El analista político y profesor universitario carabobeño Luis Vargas Pizzolante recordó lo que fue “Mi delirio sobre el Chimborazo», una obra escrita por el Libertador Simón Bolívar donde plasmó desde su óptica lo que hoy forma parte de su legado libertario.
A continuación: la columna completa titulada “Patria Perpetua”
El pasado 13 de octubre realizamos justa apología sobre «Mi delirio sobre el Chimborazo», obra excepcional que marcó el exacto punto de inflexión en la ideología de nuestro libertador, de ese siempre presente Simón Bolívar, que pareciese que lo vemos a diario. Una obra cargada con ese sentido, con esa inconfundible óptica que plasmaba en sus líneas, la clara advertencia de lo que, indefectiblemente, se avecinaba para todo nuestro continente. Era la insuperable visión que traspasó espacio y tiempo. El perenne Bolívar destaca, de manera magistral, la pequeñez humana delante de lo infinito. Es el permanente Bolívar, padre de esta irreverente patria y que por siempre llevaremos en nuestras almas y espíritus, su inagotable legado de libertad e independencia, ese que estamos obligados secularmente a defender. La patria no solamente es un territorio, la patria nunca estará reducida a estrictos linderos. La patria es la que nos cautiva conjugando, incesantemente, nuestro pasado, presente y futuro. La patria es la insustituible referencia de la abnegada madre, en su permanente ejercicio de proporciónanos ese necesario ademán de bendiciones, otorgándonos el sublime momento del conmovedor abrazo. Es sosiego y seguridad, vínculo y compromiso. La patria se extiende dinámicamente por todo un venerado territorio. El patriotismo es la gratitud del común que entendió que la herencia es un patrimonio o legado que debemos preservar a toda costa. De nuestra patria hemos recibido un idioma, un lugar donde vivir, una historia, una tradición, una pertenencia. Por ello surge la imponente figura de ese inolvidable Hugo Chávez, que sigue vivo en el sentimiento de todo el pueblo, quien transmitió, de ejemplar manera, todos los valores y principios del libertador y su “Delirio en el Chimborazo” con la debida insolencia para confrontar a las clases dominantes. El comandante Cháveznos inculcó la necesidad de amar a la patria con la irrebatible idea de nuestra propia subsistencia. En la continuidad del paso patriota nos hemos encontrado con la encomiable labor de difundir esos presentes postulados, esas ineludibles instrucciones a través del presidente Nicolás Maduro, quien comulgando con la esperanza de su pueblo y la concreción de medulares obras garantiza la permanencia y vigencia de esta patria. Venezuela es una patria noble pero sometida, inexplicablemente, al incesante e irracional embate con el signo traidor de aquellos indignos apátridas como María Corina Machado, Edmundo González Urrutia, Juan Guiado, Julio Borges y Leopoldo López, ampliamente reconocidos por los más desposeídos como el signo inequívoco de lo miserable y son en definitiva, los abyectos proscritos que por siempre estarán desterrados del sentimiento popular, de la causa de un pueblo que está adherido a su propio futuro. Por ello y en su exacto tiempo el presidente
reelecto Nicolás Maduro con su invariable filosofía de gobierno y de vida nos vuelve a recordar, de enfática manera, en una suerte de válida proclama “hay que derribar las barreras como si no existiesen” que se constituye en infinito aval y garantía para que todos los venezolanos sepamos que siempre la patria será perpetua. Vuelve, con mayor fuerza desde el sur de nuestro continente, a retumbar Jorge Luis Borges, invidente, pero con una cristalina visión que nos proporciona la satisfactoria impresión de que lo cubre todo “La patria, amigos, es un acto perpetuo, como el perpetuo mundo. Nadie es la patria, pero todo lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”
Luis Vargas Pizzolante
@luisvargasp10
Profesor Universitario – Analista Político